La misión era sumamente difícil, tan desafiante que el coronel Leif Tronstad confió a cada uno de los cinco hombres encargados de llevarla a cabo una cápsula de cianuro para ser consumida en caso de ser capturados. El objetivo era evitar que la Alemania nazi obtuviera agua pesada y, de ese modo, obstaculizar el desarrollo de armas nucleares durante la Segunda Guerra Mundial.
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