David Crawford apareció muerto en el jardín de su casa con lo que parecían siete hachazos en la cabeza y en la cara. Un asesinato cruel y deliberado de un individuo absolutamente inocente. No se encontró el arma homicida. No había testigos. La víctima vivía en una chalet apartado. El móvil parecía un simple robo en su vivienda y el principal sospechoso, un vecino que encontró el cadáver, tenía una coartada sólida para la hora del posible fallecimiento.
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