En mayo de 1924, un año antes de que El gran Gatsby viese la luz, Francis Scott Fitzgerald trabajaba febrilmente en el libro, renunciando a leer nada que no fuese Homero y literatura homérica e historia desde el año 540 al 1200. «Y ruego a Dios no ver un alma durante seis meses; mi novela es cada vez más extraordinaria; me siento completamente dueño de mí mismo y por fin podré satisfacer mi deseo de soledad», le escribía al novelista Thomas Boyd desde Francia...
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