Entró en la Guardia Civil casi de rebote y ante el estupor de la familia: “Mi padre, alucinó: Antonio Martín Castillero, gitano y... ¡guardia civil! No lo creía”. Pero esa doble condición le sirvió para convertirse rápidamente en investigador de la la unidad de Policía Judicial del cuerpo: podía infiltrarse donde fuera y llegar adonde nadie llegaba.
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