Amado Balmes practicaba en el campo de tiro de La Isleta con varias pistolas, el 17 de julio de 1936. Una de ellas se encasquilló. El general y gobernador militar de Las Palmas trató de liberarla. Y se apuntó el cañón en la axila izquierda para hacerlo. La postura es tan extraña e increíble, que se ha llegado a alegar que era algo que aprendió de los rifeños. La bala le reventó por dentro, pero no lo mató en el acto.
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