La mujer habitada es aquella en la que nos recogemos todas. Aquella cuyo cuerpo no es solo un amasijo de miembros humanos sino una herramienta política de interacción para con un entorno de cuya hostilidad hay que defenderse, y protegerse también, un lugar propio que, para que no lo conviertan en ajeno, tiene que funcionar como arma de combate. Habitar como acontecimiento experiencial, como ejercicio de estancia y pertenencia al lugar (que no siempre es un espacio físico), habitar como acto de percepción interna y/o interior...
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