Para gustos, colores. Pero si eras el invitado de un terrateniente de la Edad Media, un conde o barón acaudalado que quería impresionar a sus comensales con un opíparo banquete a base de pescados, carnes, vinos y dulces, lo mejor es que tus gustos se inclinasen hacia la comida híper especiada. Al fin y al cabo no era descabellado que en la mesa te encontrases una bandeja de faisán nadando en una salsa elaborada con 17 especias distintas, tantas que su sabor difícilmente agradaría a los paladares de hoy.
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