El hecho de ser capital de la Corte llevaba hacia allí a numerosas personas, ya fuera para trabajar como funcionarios o para realizar negocios. Esto hizo que muchas fuesen los taberneros que inflaban los precios, por lo que al presentar la cuenta a los comensales a éstos se les quedaba la cara desencajada, surgiendo la comparativa con el rostro de dolor de la Virgen (la Dolorosa).
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