El primer estudio que evalúa las relaciones entre el ruido, las hormonas del estrés y el estado físico de los animales, publicado en PNAS, concluye que la contaminación acústica genera estrés a las aves. Las que se exponen al ruido constante de los compresores de gas natural muestran síntomas notablemente similares a los de los humanos que sufren de trastorno de estrés postraumático.
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