En 1580, el Duque de Alba dirigió la invasión de Portugal en una especie de guerra relámpago renacentista, que culminó con la conquista de nuestro vecino, que quedó bajo la corona de España durante los siguientes 60 años. Portugal era en ese momento una potencia global con posesiones a lo largo de los cinco continentes. Su conquista no fue tarea fácil e implicó prácticamente duplicar el tamaño del imperio planetario español.
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