El corazón en la garganta, el estómago encogido y los pelos del cogote de punta. Cuando tenemos miedo, nuestro cuerpo responde más allá de nuestro control. Si estamos muy asustados, se nos escapan los gritos y se nos crispan los músculos, llegando a clavarnos las uñas en las palmas de las manos al apretar los puños e, incluso, soltando un guantazo a quien tenemos cerca.
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