El cerebro llegó en abril; lo entregaron en el sótano del hospital sin mayor alboroto, como todos los demás. Hubo algunas diferencias con este —no porque fuera más importante, sino porque era más célebre—. El fórnix, un cúmulo de nervios en forma de C, estaba igual de deteriorado: ya no tenía su peso relativo. También el hipocampo. Incluso algunos de los más célebres cerebros con enfermedades que la neuropatóloga había estudiado, de hombres de mayor edad que habían muerto, no tenían signos tan evidentes de destrucción cuando los examinaban.
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