(...)El psicólogo Petter Johansson presentaba a cada sujeto dos fotografías de rostros y preguntaba cuál les parecía más atractiva. En cada caso, el experimentador presentó la fotografía "elegida" y pidió al sujeto que explicara su elección. Pero en realidad, mediante un juego de manos, el experimentador había intercambiado las fotos y presentaba la que el sujeto no había elegido. Sólo el 13% se dio cuenta del cambio; el resto siguió confabulando una explicación que justificaba una elección que no habían hecho.
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