Corría el año 1971 y en Madrid se imponía poco a poco el invierno. Era el mes de noviembre y en la galería Theo se exponían veintiséis grabados de Picasso correspondientes a la «Suite Vollard». El acontecimiento fue aireado por la prensa más reaccionaria como la penetración definitiva del «arte degenerado y el marxismo». Cada semana había atentados contra personajes vinculados a la izquierda o librerías, aunque el fenómeno del terrorismo negro, al estilo italiano, alcanzaría su cénit en dos o tres años.
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