Hubbard necesitaba dinero y en 1933, dado que lo que más había hecho durante su vida era escribir e inventarse historias (sobre todo de si mismo), se dedicó a escribir novelas cortas de ciencia ficción para revistas pulp. Lo primero que vendió fueron cuatro artículos por los que recibió menos de cien dólares por todos: la tasa de pago para los escritores de pulp fiction en ese momento era un centavo por palabra.
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