El 3 de septiembre de 1928, Alexander Fleming descubrió casualmente la penicilina. Fleming aportó enormemente a nuestra sanidad. Los actuales transplantes de órganos o las quimioterapias, no serían posibles en esa escala sin antibióticos. Pero Fleming mostró una gran previsión al recibir el Nobel pues alertó de las resistencias. Las moléculas del futuro se llaman artilisinas, proteínas producidas por virus bacteriófagos, modificadas a demanda. Pero las artilisinas no son antibióticos, son unas 100 veces más grandes y funcionan diferente.
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