Intentar entrar en la mente de un artista es casi imposible. Tampoco necesitamos sentirnos psicoanalistas por un día, ni nada parecido, pero sí es cierto que nos queda un poso de irremediable morbo cuando leemos o escuchamos una letra que nos golpea de lleno. Y lógicamente, nos inunda la típica pregunta sobre ¿qué habrá querido decir aquí?. Pero si nos paramos a pensar, lo realmente bello de una canción, es hacerla propia. Que sus versos despierten en nuestro interior, algún tipo de sensación, ya sea buena o mala, pero que despierte algo.
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