Hacia el año 1283 Pedro III de Aragón observó la capacidad de uno de sus caballeros para los asuntos de armas y su particular y creativa visión de la estrategia como ciencia militar. Pedro III de Aragón estaba en la cumbre de su gloria, de su reconocimiento hacia su amigo, de la fidelidad que le profesaba y de los logros obtenidos. Aragón, sus tropas almogávares, Roger de Lauria; eran una carta de presentación increíble.
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