La literatura está repleta de adjetivos calificativos para darle color a especies animales hasta límites insospechados: perros verdes, rinocerontes grises o cisnes negros. Con ellos, y con alguna que otra situación estrambótica como los «elefantes en las habitaciones o en cacharrería» o «como patos o pulpos en un garaje», hemos ido dándole forma a situaciones, en muchas ocasiones desde comparaciones imposibles, que nos preocupan y que nos han venido acompañando a lo largo los siglos.
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