Frederic Harrison, jurista e historiador de Oxford, calificó el creciente entusiasmo por los juegos como una «enfermedad nacional» que había hundido la vida y el orden: «una degradación ‘de todo nuestro estándar de excelencia varonil. Ha brutalizado nuestras costumbres y arruinado nuestros gustos y hábitos». En su visión, la prensa, cada vez más volcada en la cobertura deportiva, alentaba una cultura de superficialidad que alejaba a los jóvenes de las verdaderas aspiraciones académicas. Consideraba que se avanzaba hacia «hacia una raza de vulga
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