Parece cansado, Javier Daulte (Buenos Aires, 1963), con la cabeza apoyada en la mano; y no. Saluda de pronto enérgico y vuelve a sentarse. Tiene ojos grandes y los usa para mirar con profundidad. La voz suave, entrecortada, se aleja de los estereotipos de un director teatral. De lejos, se escucha el ensayo de una obra de danza.
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