"Puede que haya algo mal conmigo", le dijo una paciente a la psicóloga Deborah Luepnitz. "Cuando no hay un hombre en mi vida, me siento vacía e indigna de ser amada, y casi no disfruto de nada. Cuando me acerco a un hombre, me siento asfixiada (...)". A Luepnitz, quien relata esta experiencia en "Los erizos de Schpenhauer: la intimidad y sus dilemas", se le ocurrió contarle la parábola que inspiró el nombre de su libro. Y esa paciente -como otros más que acudieron a ella con problemas similares- la halló "reconfortante".
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