Si un espectador no informado asiste hoy a la proyección de Barbarella (Roger Vadim, 1968), pensará que se trata de un largo videoclip realizado por un grupo de hippies a los que se les han indigestado los libros de Isaac Asimov y que, en medio de un viaje de ácido, han decidido volcar todas las obsesiones de su subconsciente en hora y media de alucinada filmación. Para entender el porqué de esta película y comprender el valor que hoy tiene como icono cultural y como fuente de inspiración para los mejores creadores hay que mirar lo que ha ocurr
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