A los humanos nos gusta el azul, o al menos eso dicen las estadísticas. Utilizado desde tiempos inmemoriales, no era un color fácil de conseguir, por lo que pintar o teñir cosas de azul costaba una fortuna. Hasta que llegó el azul de Prusia, una sustancia de color azul oscuro empleada como pigmento en pintura, y transformó el mundo. Su relación con los campos de exterminio nazis es una de las mayores polémicas que han existido en torno a un color y, en arte, sin él no existiría, para empezar, La gran ola de Kanagawa.
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