Érase una vez un mundo de fantasía en el que los habitantes de una tranquila y perfecta comunidad del estado de Florida convivían en paz y armonía para el tío Walt. Cada mañana al despertarse, los habitantes de la ciudad utópica del magnate se levantaban de la cama a través de un despertador muy especial: se trataba de un holograma de Mickey Mouse, quién a modo de ligero silbido avisaba a las familias de que era hora de empezar el día. Para aquellos que se les pegaban las sábanas había sorpresa; tras Mickey hacía acto de presencia Pluto.
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