Es lo que, al menos, sugiere un estudio realizado por Steven Arnocky, de la Universidad de Nipssing (Canadá), que vincula la forma del rostro con la actividad sexual. Tras fotografiar a 314 estudiantes con pareja estable y someterlos a un cuestionario sobre sus hábitos sexuales, se estableció una relación con su ratio de anchura/altura facial.
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