Para Felipe II y sus herederos, los Países Bajos significaron algo similar a lo que representó Vietnam para los norteamericanos de las décadas de 1960 y 1970. Los españoles también creían en la teoría del dominó: no renunciaban a un conflicto que no podían ganar por temor a que la pérdida de unos territorios muy ricos significara la caída de otras partes de su imperio. Aunque los tercios resultaban temibles, éxitos resonantes como la toma de Breda en 1625 no resultaban suficientes para alcanzar la victoria definitiva.
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