Quienes de un modo u otro nos hemos convertido en propagandistas de las Tecnologías de la Información y la Comunicación y de las bondades de Internet en la actividad educativa, haríamos bien en preguntarnos todos los días si los modos de pensar, trabajar y relacionarnos que fomentamos, las propuestas que hacemos, los servicios, aplicaciones y herramientas que divulgamos, son siempre los más adecuados, los más rentables desde el punto de vista pedagógico e incluso los más educativos, en el sentido más general del término.
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