Para demostrarles que sus temores estaban infundados el oficial decidió dar ejemplo y dejar una estampa "similar" —con todas las comillas del mundo, entiéndase— a la que siglos más tarde ofrecería Fraga en Palomares: se metió en el agua para probar en sus carnes que era inocua. Así pues, estandarte en mano, el bueno del general cruzó el Limia hasta llegar a la otra orilla y luego se dedicó a llamar por su nombre a sus soldados
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