Generalmente todos nos damos cuenta que somos desordenados en nuestras cosas exteriores, sea cuando no guardamos las cosas y las dejamos tiradas en otro lugar, sea cuando acumulamos cosas sin sentido y que ocupan un lugar inútil, incluso, cuando nos vestimos. Pero la mayoría de las veces no advertimos que, aunque las cosas exteriores estén impecablemente guardadas, en nuestra mente y en nuestro corazón hay oscuridad, desorden y hasta una confusión que nos acerca a emociones de angustia y, en casos extremos, de tiniebla y pesadez.
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