Las amputaciones de brazos o piernas, tan habituales en las guerras, han hecho un gran servicio a la neurología al revelar algunas de las propiedades más asombrosas del cerebro. Un clásico del género son los miembros fantasma, un fenómeno por el que el paciente percibe el miembro amputado como si todavía fuera parte de su cuerpo. No solo lo puede sentir, sino que le puede doler. Es una triste ironía que, encima de perder un brazo, te siga doliendo cuando ya no está ahí.
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