De un tiempo para acá a doña Trinidad le aterra la máquina con que rostizan a los pollos. Es un miedo que ella no puede explicarse, originado sabrá Dios por qué pesadilla o tropiezo de su agotada mente. Las aves muertas girando ante el soplo de las llamas del infierno, la presencia del armatoste como un hocico inhumano y giratorio, el fantasmagórico calor que emana tanto animal sacrificado.
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