No hay artefacto más peligroso en este mundo que un misil balístico, y los de propulsión hipergólica se llevan la palma. En esencia son cilindros con un motor cohete en su extremo inferior y dos o más tanques con líquidos a los que les basta entrar en contacto para enviar todo el conjunto a la exosfera; naturalmente, si algo sale mal pueden liberar toda su energía en el punto de lanzamiento, que resultará incinerado y si procede volatilizado.
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