En un pasaje de la República de Platón, el filósofo Glaucón sostiene frente a Sócrates la tesis de que todos los humanos somos corruptibles, proclives a la corrupción. Todos sin excepción, tanto los abiertamente corruptos como los que respetan las leyes, solo que estos tienen miedo de ser descubiertos y castigados, y por eso se abstienen de cometer las fechorías que desearían tanto como los otros. Para ilustrar su tesis, Glaucón cuenta la historia del anillo de Giges.
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