Me salvé de la colimba y de la guerra. Me salvé de ser vegetariano. Me salvé de muchas cosas horribles. Pero no pude esquivar la bala más dolorosa: llevar a mi hija a un concierto de Violetta. No le pude decir que no, porque en el fondo yo mismo le inculqué el consumo de cosas argentinas. Entonces, cuando Violetta vino a Barcelona, la tuve que llevar. Es espantoso, porque cuando llegás tu hija se convierte en una masa de quince mil nenas iguales, que gritan todas al mismo tiempo.
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