En El Nombre de la Rosa, el clero, el máximo poder de aquel momento, atesoraba el conocimiento escondiendo los libros importantes en un laberinto construido en la abadía. Era la manera de asegurarse de que el pueblo no se pasara de listo, no empezara a sumar dos y dos, no sacase la conclusión de que no había ningún motivo para mantener esa posición de privilegio de los poderosos y se sublevase.
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