En los años 50, la publicidad de productos femeninos en Estados Unidos empezó a difundir un temor entre las mujeres. Su marido podía abandonarlas si no cuidaban el olor de su vagina. Lehn & Fink, la empresa fabricante de Lysol, un desinfectante para limpiar baños, recomendó su producto. Muchas murieron, otras se causaron lesiones graves. En 2020, ocurrió lo mismo en Instagram con Vagisil. El negocio de la vergüenza mueve en EEUU más de 40 mil millones al año para la conservar feminidad o la masculinidad. Ha aumentado 10 veces en 2 décadas.
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