Igual que les ocurrirá a muchos otros emigrados, servidor acumula ya unas cuantas navidades seguidas sin poder hacer realidad aquello del “vuelve a casa, vuelve”. Y aunque en mi familia vivimos estas fechas de forma muy pragmática y sin apenas parafernalia, lo cierto es que cada año echo un poco de menos poder comer, beber, hacer algún detalle y, por supuesto, discutir a gritos con los míos.
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