El gobierno islandés, consciente de la efervescencia musical de la que parecían estar rellenos los lugareños, promocionó los evocadores paisajes de la isla como culpables directos de inspirar a tanto artista autóctono. Una suposición que, en principio, se antojaba lógica, teniendo en cuenta que los géneros musicales parecen nacer y crecer moldeados por su ubicación geográfica: el lamento del blues germinó entre la tristeza enterrada en los campos del delta del Misisipi. El techno se ensambló en noches ácidas bajo el skyline de cemento y acero d
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