Fue la carta de uno de los vecinos de la pequeña población de Nagyrév (Hungría) lo que dio la voz de alarma: “las autoridades no hacen nada, y las envenenadoras prosiguen con su tarea tan tranqulilas”, escribía, “este es mi último intento. Si esto también falla, entonces será que la justicia no existe”. El texto fue publicado en un periódico local, la Gaceta de Szolnok, en junio de 1929.
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