Esta es la expresión que surge de una sensación habitual en muchos padres que, a pesar de ser conscientes y estar convencidos del amor de sus hijos, refleja gran desconcierto, desazón y angustia. De allí que algunos padres se sientan decepcionados por una suerte de ingratitud que no es tal, otros se sientan cada vez más perplejos por una agresión que no es tal y otros permanezcan indiferentes o resentidos por una actitud que no se alcanza a comprender.
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