El descalabro completo de las huestes de Alfonso VI ―se calculan unos 3.000 muertos cristianos― permitió a los musulmanes tomar dos años después Zaragoza, levantar fortificaciones militares en el Alto Tajo, el estrechamiento del cerco a la ciudad de Toledo, el debilitamiento del reino castellanoleonés y, a la postre, facilitar el nacimiento de Portugal. Sin embargo, hasta ahora, se desconocía el lugar exacto donde se produjo la crucial lucha.
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