Aún hoy, después de tantos años de programas, planes y estrategias de conservación, aparecen linces abatidos a plomo. El último en febrero, flotando en un arroyo cerca de Doñana, con los hombros perforados por postas, esas de los cartuchos ilegales que por más que se incauten siguen circulando. Un lince no huye, te mira y te sostiene la mirada, te mide. Sus ojos son grandes, sí, pero no funciona el "kinderschema", no quieres cuidarlo, no te parece adorable. Tampoco te sientes amenazado. Si sabes cuál es tu lugar en ese territorio (suyo), es...
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