Cultura y divulgación
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Una limosna, por amor de Dios

Aunque tiempo atrás las gentes de estas tierras, quien más quien menos, todos pasaban sus estrecheces, siempre fueron solidarias con aquellos desvalidos que por sus limitaciones físicas o sus enfermedades crónicas vivían en la miseria, clasificados como “pobres de solemnidad”. Estos pobres iban de pueblo en pueblo con su saco a la espalda y provistos de un cayado para espantar a los perros. Al llegar a la puerta de una casa la golpeaban con la cachaba y decían: -Ave María Purísima. -Sin pecado concebida –le respondían desde dentro.

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