Siempre he sido un gran defensor de la profundidad en las ideas. Por ejemplo, no valoro demasiado que alguien se declare ateo o creyente. Solo son palabras. Ignoro el significado intrincado que cada persona ha forjado con ellas, cómo ha llegado a sus conclusiones, qué razones avalan su postura, cuántas vueltas ha dado a sus argumentos. Ignoro si su postura es sencillamente impostura.
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