Es una realidad. El protagonista, el héroe de ficción tal y como lo concebíamos -casi perfecto, de impecables valores, el que todo lo hace bien, ese “personaje plano”- se está viendo desplazado por el antihéroe a la hora de despertar la simpatía -y empatía- del espectador. Son ya demasiados ejemplos para no hablar de un fenómeno en toda regla: el “villano bueno” está de moda y hemos preguntado a psicólogos y guionistas por el por qué de esta extraña pleitesía.
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