En la Francia del siglo XIX el nombre de Alejandro Aguado personificaba la riqueza al mismo nivel que el de Rothschild. Su fortuna evocaba el enriquecimiento rápido impulsado por los juegos en bolsa, los negocios opacos y la especulación bancaria. Considerado en su época como el hombre más rico de Francia, Aguado había nacido en una familia humilde de Navarra, crecido entre la oligarquía sevillana y perdido casi todo tras elegir el bando equivocado en una guerra.
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