Después de estudiar medicina en Kioto, Hanaoka Seishū (1760-1835) regresó a su Wakayama natal, cerca de Osaka, con una obsesión: superar los hitos de los médicos orientales y llevar a cabo tratamientos que nadie había logrado completar con éxito. A diferencia de la mayoría de sus coetáneos, no se había formado solo en medicina oriental, sino también en las técnicas occidentales (“holandesas”, como se las conocía).
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