La nueva ola de la filantropía tiene aspectos en común con la clásica, pero tiene sus particularidades. Pueden hacer lo que quieran con su dinero y eso puede ser muy bueno, porque pueden asumir riesgos que los gobiernos no pueden asumir, porque los primeros deben rendir cuentas ante sus votantes y los segundos ante los accionistas. En ese sentido, los filántropos tienen mucha libertad de acción para impulsar ideas muy rompedoras. Pero que tengan tanta libertad de acción y no necesiten rendir cuentas es también peligroso.
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