Hace 11.000 años, el Sahara ofrecía un paisaje muy diferente al árido desierto que es hoy. La paleoclimatóloga de la Universidad de Arizona, Jessica Tierney, explica que en aquel entonces la región era diez veces más húmeda, con verdes praderas salpicadas de lagos. Sabemos que era así por los registros fósiles de esa época. Las lluvias que alimentaban este vergel procedían de los vientos monzones que bañaban periódicamente buena parte de África durante el periodo conocido como Óptimo Climático del Holoceno.
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